La insatisfacción es la llave que abre las puertas del progreso. Todo movimiento o cambio precisa un primer motor como todo efecto depende de su causa. Las grietas en la estructura mantienen presa nuestra limitada atención, y es que la imperfección es nuestro principal enemigo. El sentido de la vida parece ser, en esencia, prosperar. Buscar la perfección en un sentido u otro. Sencillo. La eterna transición de lo imperfecto a lo perfecto es el motor que define nuestro camino y nuestra vida y, esto mismo, nos declara a todos imperfectos por naturaleza. Condenados a una esencia siempre insuficiente, atrapados en un marco imperfecto soñándolo perfecto. Somos máquinas de idealizar realidades. Una corriente de fuerza empuja en una dirección y le llamamos deseo. Y descubrimos entonces que el secreto de la vida consciente está donde nunca lo habríamos buscado. Está en lo imperfecto, en la diferencia, en la insuficiencia.
Nuestra atención vive y muere fija en las grietas. Siempre hay un desajuste que debe ser ajustado, un problema que requiere solución. Nuestra atención está sometida a la ley de la insatisfacción. Es un mecanismo sencillo que mantiene a los seres vivos en necesidad de cambio continuo o, como con soberbia nos gusta llamarlo, en evolución.
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