Atrapados en una carrera eterna de todos contra todos hacia ninguna parte. Queremos llegar los primeros, pero no existe llegada. Es la mayor enfermedad. Tantas razones como fines. Tantas verdades como mentes. Se trata de una carrera de infinitas metas idealizadas que se derrumban a nuestro paso sobre nosotros.
Mientras tanto, la meta final, el denominador común de todas las razones y todos los fines, asoma como la bruma en el horizonte dejándose intuir su forma abstracta. Es la felicidad, y se aleja a la misma velocidad que corremos. No importa el tesón, no importa el esfuerzo, la felicidad siempre correrá más. Y a todo esto, nuestro tiempo es limitado.
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