Perseguir el horizonte y darse por vencido.
Darse cuenta de que no hay fin es un sentimiento contradictorio de alivio y frustración. Ansiamos y a la vez tememos el final.
Porque no se puede querer algo sin temer lo contrario en la misma proporción.
Todo potencial es binario.
Cocinamos en casa frágiles finales puramente imaginados para obtener pequeñas dosis de excitación necesarias y así seguir empujando, avanzando y construyendo nuestros castillos en el aire.
El humo de un cigarrillo escalando el aire sinuoso es mucho más sólido.
Pero tras el telón no hay nada.
Tan solo nuestra imaginación.
Y nuestra imaginación no es más que eso, nada y todo en realidad.
Deja una respuesta